Naturaleza:

En los 50,9 km2 sobre los que se asienta Val de San Vicente convergen múltiples elementos naturales que conforman todo un mosaico de colores, en los que predominan el azul y dorado de sus playas y el verde de sus prados y bosques. Es una combinación que hace de este lugar un medio de gran interés paisajístico y ecológico, en el que destacan la desembocadura de los ríos Deva y Nansa, que en sus último tramos forman las rías de Tina Mayor y Tina Menor, respectivamente. Entre el curso de ambas se alzan las sierras planas, uno de los elementos característicos de la costa occidental de Cantabria. Se trata de superficies elevadas y llanas, entrecortadas y alineadas entre sí, que proporcionan un peculiar conjunto y representan los niveles más altos de rasas marinas en la región.

Dos elevaciones planicies de este tipo, más desarrolladas en la provincia asturiana, son las sierras planas del Llano, en Pechón, y de la Jerra, en Prellezo, desde las cuales se pueden contemplar bellas panorámicas de estos núcleos con el mar Cantábrico como telón de fondo.

Al norte de dichas sierras se encuentra una plataforma irregular que termina en un recortado acantilado, de una altura aproximada de 40 m, surcado de pequeñas playas. La acción erosiva del agua, unido a los procesos kársticos, han sido los generadores de estos impresionantes cantiles, en los que se distinguen varias puntas, como la del Morro de Prellezo y la de Berellín, la del Fraile, la de África, la de Pechón y la de la Vigía de la Garita, entre otras.

En la costa también se localizan ensenadas, que ocasionalmente se desarrollan hacia el interior en vallejos y pequeñas gargantas, como la de Job o la cala de Progendo, y algunos islotes próximos, como la isla de Sarnosa o de las Lastras de Pechón. Ambas se encuentran en el ámbito correspondiente a esta última localidad.

La primera también es conocida por los oriundos como El Castro los Carneros, mientras que a la segunda, ubicada frente a la playa de Amió, se la denomina El Castril y es un tómbolo –unido a la playa en la bajamar pero aislado en la pleamar– que tiene gran interés geomorfológico por la escasa representación de estas formaciones en el litoral cántabro.

El paisaje del municipio se transforma cuanto más al sur, pues la influencia del mar se atenúa, imponiéndose la presencia de la montaña baja. En general, presenta un relieve de suaves ondulaciones, que en contadas ocasiones sobrepasan levemente los 300 m. Destaca el pico de los Moros (358 m), en su franja más occidental, o el monte Cabana (353 m), en su extremo más suroriental. Val de San Vicente está incluido en el área correspondiente al Parque Natural de Oyambre, un espacio natural costero, de más de 5.700 ha, que engloba uno de los sectores más variados y valiosos, así como mejor conservados, de todo el litoral cantábrico, y que sobresale por su gran riqueza ornitológica.

Ríos. Desde el punto de vista fluvial destacan las rías de Tina Mayor y Tina Menor, ricos ecosistemas marinos de marisma, cuyo origen se establece en el Cuaternario. La primera constituye la desembocadura del río Deva, siendo también el límite entre Cantabria y Asturias. Este estuario encuentra su salida al mar entre las accidentadas laderas de las sierras planas. Sus características son muy similares a las de la cercana ría de Tina Menor, a través de la cual se funde con el mar el río Nansa tras atravesar las laderas de las sierras planas de Pechón y Prellezo. En ambos casos, por tanto, constituyen la meta final del curso de dos de los ríos más destacados de Cantabria. Ambos son famosos por su gran riqueza piscícola en especies de agua dulce, como la trucha o el piscardo, y de aguas saladas, como el salmón y la anguila.

Playas:

Las numerosas playas y calas del municipio de Val de San Vicente, algunas de las cuales conservan su estado salvaje y virgen, constituyen uno de sus valores naturales más atractivos. A este término corresponden las playas de El Pedreru (265 m de longitud), situada en la margen derecha de la ría de Tina Mayor; Las Arenas (190 m), que se enmarca en un bonito entorno dominado por encinar, incluido en el camping del mismo nombre, en las proximidades de Pechón; y Aramal (80 m), a la que se accede desde esta misma localidad y que en la bajamar se une con la extensa playa de Amió o Pechón (hasta 900 m).

Este último es el mayor arenal de los existentes en el municipio, que a su vez descubre el tómbolo o lengua de arena que enlaza con el pequeño islote de las lastras de Pechón al bajar la marea. Junto a ellas figuran las playas de Berellín o Barnejo (unos 740 m), en Prellezo, en la que llaman la atención sus llamativas formaciones kársticas y que está declarada como de Interés Turístico Nacional; y la de El Sable (hasta 600 m), ubicada en la orilla derecha de la ría de Tina Menor, a 3 km de Pesués.

Precisamente, en dicha ría existen varias calas de difícil accesibilidad, como el arenal de Rocau (unos 200 m), ubicado al pie de los verticales acantilados del margen derecho de la desembocadura del río Nansa. Al otro lado de esta ría se encuentra la cala La Edrá (30 m), que está abrigada de los azotes del Cantábrico por la punta de la Vigía y se accede a ella desde Pechón. En este núcleo se localiza también La Boca del Castro (unos 60 m). Escondidas en el flanco occidental de la ría de Tina Menor se encuentran las calas El Tojucu y El Radillu. Por último, en Prellezo está la cala de Progendo (30 m), escondida bajo un fuerte desnivel.

Fauna y Flora:

Las masas forestales autóctonas, en las que predominan los robles, castaños, alisos, sauces y encinas, junto a un buen número de especies exóticas, sobre todo eucaliptos y chopos americanos, y aquellas adaptadas a los medios de acantilados, rías y marismas conforman el rico tapiz vegetal de este municipio. Importantes superficies de encinar se localizan por ejemplo al sureste del núcleo de Abanillas, en Prío, en Pechón o en San Pedro de las Baheras. En estos encinares puede encontrarse el labiérnago o grazo, arbusto muy escaso en los encinares de la comarca costera occidental.
 

Entre la comunidad faunística de los bosques mixtos de frondosas se encuentran anfibios como la salamandra o el sapo común; reptiles como el lagarto verde; y aves como el cárabo, el mochuelo, la chocha perdiz, zorzales y córvidos, entre otros. También destacan mamíferos carnívoros como el gato montés, el zorro, la gineta, la comadreja, el tejón, la garduña... y herbívoros como el jabalí y el corzo.

Los eucaliptales y pinares ocupan las laderas de las sierras planas de Pechón y Prellezo, en las que perviven también pequeñas manchas de encinas y castaños, entremezclados con matorrales de brezos y escajos. La culminación de estas sierras ofrece una vegetación de cultivos y praderías, en el caso de El Llano de Pechón y del pinar de Monterrey, en la Jerra, en las que la fauna más representativa la constituyen luciones, lagartijas, salamandras, aguiluchos pálidos, cernícalos, mochuelos, topos, conejos, etc.

En los cantiles rocosos se refugia una flora peculiar, adaptada a la elevada salinidad del ambiente litoral, entre las que se encuentran el cenoyo y el llantén de mar, y especies más sorprendentes como el olivo o acebuche y la ruda. Estos lugares son con frecuencia refugios para aves como la gaviota reidora o la argentea y patiamarilla, así como para el cormorán grande y el moñudo, el halcón peregrino, el cernícalo o el colirrojo tizón. También reptiles, como la lagartija común o el lución, y mamíferos, como el zorro o la comadreja, habitan este ecosistema.

Por su parte, las rías y las marismas son biológicamente las zonas más ricas y productivas, tanto desde el punto de vista faunístico como vegetal. En este sentido, sus plantas son las características de suelos siempre húmedos o encharcados con aguas salinas (seda de mar, borraza, junco marino, carrizo, coclearia, etc.).

Respecto a la vida animal, en el entorno de las rías es fácil observar aves permanentes y migratorias, entre las que se encuentran el ánade real, el zarapito, la garceta común y la garza real, entre otros. Además, abundan los pequeños organismos invertebrados en las aguas, arenas y fangos, tales como gusanas, berberechos, navajas, almejas, mulatas... que a su vez son el sustento alimenticio para moluscos, crustáceos y peces. Las aves limícolas (zarapito real, correlimos común, agachadiza o laguneja...) también recorren este ecosistema cuando la bajamar deja al descubierto los arenales fangosos. Asimismo, el grupo de las zancudas, entre las que se encuentran la grulla común y las garzas real e imperial, se dejan ver en este tipo de enclaves, al igual que una gran variedad de aves marinas y especies anfibias.